La vida es un continuo trabajo: te despiertas y cada nuevo día te trae lo mismo de siempre, igual pero distinto... esa diferencia que te aporta es lo que hace que tu vida sea maravillosamente diferente.

martes, 8 de julio de 2014

Madrid, nos vemos (2 julio 2014)

Cuando uno quiere algo lo hace, sin excusas ni pretextos. Yo quería estudiar periodismo y aún siendo gallega y viendo que la nota de corte de la universidad de Santiago de Compostela era altísima quise hacerlo, nunca olvidaré el día en que me puse a buscar el resto de universidades españolas y vi que en Madrid la nota de corte era mucho menor, un 6 y pico, llegaba de sobra. Antes de saber esto me plantee muchas posibilidades, desde estudiar Historia en Santiago para acabar dando clase en algún colegio, hasta estudiar magisterio; eso de la enseñanza me atrae, pero me atrae mucho más desarrollar mis ideas y plasmarlas donde sea. Enseñando aprenden los que están en clase, si quieren atender, escribiendo pueden aprender y disfrutar tantos como quieran leerte.

Ya dije un día qué supone para mi escribir, lo dije hace muchos años y sigue siendo lo mismo, creo que forma parte del oxígeno que necesito para levantarme cada día y poder meterme en la cama feliz, es la prolongación de mi ser, y si me quitan las ideas y la tinta me cortan las alas; aún de ocurrir eso buscaría alguna otra forma de volar haciendo bolígrafos mezclando las hojas de los árboles con flores de colores y hierba.

Hoy puedo decir que he hecho cinco años de carrera maravillosos, digo hoy maravillosos y hace unos meses no los hubiese calificado de tan buenos; ¿no os pasa también a vosotros que cuando algo se acaba lo veis mejor de lo que fue? No hablo de recuerdos malos, sino de agradables que vuestro cerebro acaba recordándooslos como increíbles, y si de verdad fueron increíbles los visualizáis en vuestra mente como gloriosos. Así ocurre en mi cerebro con mi paso por la Universidad Complutense de Madrid, donde llegué como una niña ingenua, como la que más, que no sabía cómo funcionaba el Metro y jamás había visto a un chino vender “celvesa” en mitad de la calle. Yo era una niña recién salida de su burbuja de algodón, que aunque tampoco tuve la vida tan fácil como las de las princesitas de los cuentos para mis padres y hermanos siempre fue la niña pequeña que había que cuidar y salvar de cada tropiezo. En la adolescencia aprendí que la vida no es siempre rosa, pero hasta que no llegué a la universidad no comprobé que existían miles de cientos de colores.

Me empapé de costumbres y extrañezas que no había visto jamás y aprendí lo mejor de cada cosa –por supuesto ahora sé ir en Metro hasta con los ojos cerrados-. En estos cinco años he crecido, no sé si esta bien que yo diga de mi misma que me he convertido en una mujer, pero soy más mujer que niña aunque sigo soñando. No sé si ha sido gracias a alguna asignatura, a algún profesor en concreto, a alguna canción o poema o al hecho de irme de casa de mis padres y de mi ciudad lo que me ha llevado a ser yo quien decida qué hacer y cómo hacer en la mayoría de los casos. A día de hoy yo tengo mis ideas, no son ideas que me han inculcado mis padres o mi colegio, hoy yo tengo cabeza para ver qué me hace daño y que no, qué es un político hipócrita y qué es un torero sin arte. Sé que es una noticia sensacionalista, y diferencio el amarillismo de toda calidad de información, a día de hoy moriría solo por la idea de familia, esa que me lo ha dado todo y más. Hoy sé que con la educación no se juega, que a quienes se educa es al futuro que un día podrá dar una patada a todos aquellos que quieran gobernar sobre algo que solo debería dictaminar el conocimiento. Y de la vida creo que quien juegue con ella no es un asesino, es alguien que no tiene ni corazón ni mente.

Se me acabó la etapa universitaria, cinco años en los que he aprendido mucho más fuera que dentro de las aulas, pero no echo la culpa a los profesores – he tenido algunos bastante buenos - sino a la riqueza de esta ciudad que me acoge. Madrid es la mezcla perfecta de todos los ingredientes del mundo, no tiene mar pero no le falta salero y a quien diga que aquí todo el mundo tiene prisa es que no conoce lo que es llegar a tiempo. Madrid te hace suya en un momento, y cuando te vas y vuelves de verdad sientes que nunca te has ido. Debo tanto a esta ciudad y a su gente que sé que nunca podré irme de aquí del todo, porque aquí he vivido lo momentos más duros y fáciles de mi vida, el éxtasis lo conseguí aquí y también aquí el dolor más profundo, la pérdida, la angustia, el no saber qué hacer. Aquí me he enamorado a diario y he tenido desamores, aquí he querido y llorado más que nunca, aquí he reído más que nadie.


(((maca)))

No hay comentarios:

Publicar un comentario