La vida es un continuo trabajo: te despiertas y cada nuevo día te trae lo mismo de siempre, igual pero distinto... esa diferencia que te aporta es lo que hace que tu vida sea maravillosamente diferente.

martes, 25 de octubre de 2011

Frente al espejo

El espejo pregunta por ti.

Ya no soy valiente, no respondo. Pregunta que hace esta maleta en la puerta y porqué ya no sonrío. El espejo me pregunta si vamos a dejarle solo, ¿te das cuenta? El también me habla de ti.

Lo miro y me habla de cada una de tus facciones, me recuerda como sonreías a través de él mientras hacías como que no te dabas cuenta de que yo te estaba adorando.

Me dice que echa de menos tu reflejo, que hace días que no puede plasmar mi alegría y yo no quiero echarte la culpa pero… ¿sabes? ¿Quién va a explicarle a él que me has dejado solo, que ya nunca va a poder reflejar tu sonrisa? Porque probablemente ahora sonrías incluso más pero más lejos.

¿Tengo que ser yo, el que decidió quedarse a su lado mientras tú huías de las complicaciones, el que vaya a dejarle completamente solo? Dime cómo lo has hecho, dime cómo te has ido sin decir absolutamente nada y probablemente sintiendo menos la invisible despedida.

Y ahora llora, y me dice que eso le pasa de tanto reflejar mis lágrimas, que como ya no sonrío se ha puesto gris y ha dejado de brillar. Yo le limpio, le digo que a veces hay cosas que no se entienden. ¿Es ahora cuando tengo que decirle que ya no vamos a verte más?

Sigo pensando en ti, a veces me despierto y con los ojos cerrados acaricio suave la almohada, como si fuese tu espalda la que no tuviese nunca un final triste.

Partes de la casa guardan tu olor y me aferro a ellas, y lloro, y vuelvo a preguntarme dónde estás y si piensas regresar algún día. Rompo mi cabeza en pedazos e intento hacer un puzle con las migajas de mi corazón a ver si así entiendo alguno de tus movimientos.

Adoraba tu manera de ser, nunca sabía que dirías a continuación y aunque la mayoría de parejas presuman de saberlo todo el uno del otro… yo nunca supe nada de ti, nunca supe responder lo que tu esperabas pero siempre he creído que era eso lo que nos mantenía unidos.

Tienes miedo a ser feliz, porque soy un enamorado de tu risa contagiosa, de la forma que tienes de recogerte el pelo, de cómo gesticulas y de los ejemplos absurdos que pones cada vez que quieres explicarme alguna cosa.

Adoro tu dentadura imperfecta, tus ojos grandes de mirada hipnotizadora y negra, tu nariz tan dulce y pequeña que más de una vez he confundido con una diminuta piedra preciosa.

Lo peor de los días sin ti son las noches con tu ausencia. A veces me enfrento al espejo y me digo a mi mismo que ya está, que se acabó. Que soy idiota, que debería odiarte, que si me has dejado en mi mejor momento es que nunca me has querido y que no vales la pena. Que eres mona pero yo he estado con chicas mejores y tengo q empezar a disfrutar ahora que estoy soltero. Y llega un momento en el que creo estar convencido de que no te quiero, pero cuando el alcohol se despega de mi cuerpo vuelvo a ser yo: el que sin ti tiene valor propio pero contigo, juntos,l vale más que el oro. Vuelvo a ser yo, el que te quiere y te odia, el que necesita discutir contigo y abrazarte, el que duerme después de comer aunque tú no lo soportes.

No puedo dejar de quererte, ni siquiera me gustaría ser capaz de no pensar en ti . Pensar en ti es algo irremediable, pensar en ti me recuerda que hubo momentos muy buenos, que fui plenamente feliz.

Siempre decías que era un soñador incansable, que algún día mi cielo estallaría y yo te rebatía diciendo que no conozco el final del cielo y que si mis sueños me permitían volar yo era feliz volando contigo. Tú te reías y sonría tu alma, pero una vocecilla impredecible para mi decía que serías tú quien apagaría los motores del avión hacia ninguna parte. A pesar de todo sigo siendo yo, el incansable, el soñador. Todavía tengo la esperanza de verte aparecer por la puerta, llorando, pidiendo un abrazo, que yo tal vez por idiota, te lo daría tan fuerte que nuestras respiraciones se detendrían por segundos, llegando a formar el minuto más intenso de mi vida.

Todavía tengo esperanza de que vengas a por las pulseras que olvidaste. ¿Las recuerdas? Aquellas que compraste en la playa, seguro que sabes de cuales te hablo: no podías vivir sin ellas, tampoco podías vivir conmigo.

Quién sabe, es todo impredecible así que puede ser que un día aparezcas a por tus pulseras de plata y, cuando el espejo nos refleje juntos, a los dos, decidas no volver a dejarle.

(((maca)))

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